

UN CAMINO
La inspiración para seguir este camino surgió en 2002 de dos provocaciones fomentadas por mi relación con la arcilla, cuando producía cerámica, y por mi relación con el arte urbano, cuando hacía grafitis con amigos en la ciudad de São Paulo. Estos dos lenguajes artísticos me iluminaron dos caminos a seguir y decidí optar por las artes gráficas en un primer momento. Empecé a dedicarme a la producción de serigrafías y a la pintura de gran formato, mientras que en aquella época también nació otra relación, la tarea de despertar una mirada sensible a las artes, por lo que continué como profesora durante algunos años. Proyectos como las intervenciones colectivas en Sesc Santo André, Itaquera e Interlagos en 2012, 2013 y 2014; Anoã en 2013; y Ecos Ancestrais en 2015, son fruto de una implicación con la praxis artística que elige el hacer colectivo como factor importante en la construcción del conocimiento. La mediación y la experiencia crean redes de conocimiento en los procesos de construcción y circulación del saber.
Retomé mi relación con la cerámica en 2015 y decidí registrar lo que venía investigando sobre la memoria y las tradiciones de los pueblos que habitan y circulan en América Latina. En 2016, comencé mi maestría en el Instituto de Artes de la UNESP con un proyecto de investigación que sigue los caminos recorridos por las personas que han producido y producen cerámica en América del Sur. A principios de 2017, recorrí Perú desde la costa hasta la Amazonía y pude registrar, con lenguaje audiovisual y escrito, entrevistas y relatos de ceramistas indígenas para la producción de una película sobre la cerámica nativa contemporánea. Viví momentos inolvidables con los shipibo en la Amazonia peruana, en los que el arte demostró ser muy poderoso en la construcción de las relaciones sociales interespecíficas, así como de la identidad de este pueblo, revelando sus propios sistemas de conocimiento que hacen circular el saber. Conocer un pedacito de la selva amazónica con los shipibo fue como abrir una vasija de cerámica cerrada que guardaba historias invisibles en un territorio concreto. Así que empecé a buscar memorias individuales en cerámicas que guardan las historias colectivas de los pueblos indígenas. Los temas corporales siempre han sido importantes en mi carrera, tanto en el graffiti como en la pintura corporal y el modelado en arcilla. Los gestos surgen de los movimientos del cuerpo en relación con el entorno. De los grandes a los pequeños gestos, me he dado cuenta de que las grandes obras nacen de la danza entre elementos concretos y abstractos que surgen del cuerpo. La abstracción ha sido un descubrimiento en mi trabajo. Hay una dialéctica en la construcción y deconstrucción de la forma, en los procesos de (re)conocimiento de las perspectivas, que evoca un sentido ritual en la formulación del yo para el mundo y del mundo para el yo. La poiesis nativa nos enseña a revisar nuestras formas de sentir y construir el mundo y sus conceptos. La variación es lo que se vuelve natural y no la fijeza de las cosas. Lo que el bosque y la gente que vive de la tierra nos enseñan es que la fluidez de los términos no determina un estado de destrucción de las cosas; todo lo contrario, según el pensamiento indígena, los cambios son oportunidades para reconstruir las relaciones con los espacios, los tiempos y los seres, sin que ello implique la destrucción de sus tradiciones.
La música siempre ha estado presente como rastro e inspiración en este camino. Mis experiencias de infancia con mi padre y mi madre, y los encuentros con amigos que investigan y contribuyen a la historia de las músicas del mundo, suscitaron mi interés por coleccionar discos de vinilo como forma de investigación y posibilidad de una construcción poética multimedia. Con esta mezcla de lenguajes surgió DJ Haru, seudónimo que engloba una idea de personificación musical que también conforma esta narración.
Buscar lo que no sé, lo que no veo, las lagunas que sortea lo que se define como realidad, ha sido la gran motivación en este viaje.
El estudio Ocaharu es el lugar donde medito, deconstruyo y reconstruyo mi devenir en las relaciones con el mundo. Ocaharu es una morada y un lugar de paso, un cuerpo-casa, naturaleza-cultura, un espacio para las artes.
Priscilla Araujo Paiva


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